Devaluación del euro: Conclusiones

 En primer lugar, se muestra que el proceso de integración monetaria fue influenciado por dos cambios fundamentales:

1) el paso a un régimen de acumulación caracterizado por el libre movimiento de capitales, la expansión del sector financiero, el crecimiento del papel de las exportaciones y el incremento de la cuota de capital en la distribución;

 2) el desbalance económico hacia el centro por la reunificación alemana (concretamente, Alemania y su red productiva y el eje franco-alemán en términos de concentración financiera). 

En segundo lugar, se muestra que la construcción de la ume engendra las condiciones para un proceso de divergencia y de inestabilidad financiera, de acuerdo con el clásico ciclo financiero. La introducción del euro abre el desequilibrio interno al área y siembra las semillas de la crisis, que se manifiesta con la primera perturbación externa. En ausencia de un mecanismo de reequilibrio, la respuesta es la imposición de una consolidación fiscal en la periferia, la llamada austeridad. Esta última arregla las cuentas externas destruyendo demanda interna, pero de esta manera complica las perspectivas económicas de las familias y las empresas, empeorando sus balances y perjudicando la posibilidad de pagar sus deudas. Como resultado, se deteriora la situación patrimonial de los bancos, que están expuestos a una nueva crisis financiera. Obviamente, el ciclo financiero tiene una componente política clave: frente a una crisis, la ue no ofrece un mecanismo de salvaguardia, sino que ofrece un mecanismo de rescate, bajo condiciones que fijan los capitales del centro y sin supervisión de mecanismos democráticos, y ofrece el bail in, que al mismo tiempo golpea los ahorros de personas que legítimamente pueden no ser conscientes del perfil de riesgo de sus inversiones. 

Al no presentar una solución definitiva al problema (por la ausencia de la implementación de la garantía común) se puede generar pánico y una nueva crisis generalizada. Ese núcleo contradictorio a nivel estructural e institucional ha sido arropado por dos lecturas políticas dominantes que sustancian el discurso político europeo. La combinación de las dos visiones conduce a una situación de inefectividad que está llevando a un proceso de disgregación dominado por la incertidumbre (Bassi et al., 2016). La primera visión, que hemos definido ideológico-económica y que se puede identificar con impostaciones ortodoxas propuestas entre otros por Sinn (2014), postula una sustancial dominancia de las fuerzas económicas en un proceso donde se excluyen a priori las fuentes de crisis. Es una visión de libro de texto, que ha llevado a creer que la eliminación de las tasas de cambios conduciría a una rápida convergencia de las economías más atrasadas hacia las más desarrolladas (Alemania en este caso). Una convergencia impulsada por los flujos de capitales desde el centro hacia la periferia, supuestamente instrumentales para un crecimiento de la productividad. En este marco, son necesarias las reformas por el lado de la oferta (recortar salarios directa o indirectamente, por ejemplo debilitando el poder contractual de los trabajadores), para así garantizar competitividad de precios, pero descuidando el rol de la calidad y la tecnología en la producción (Storm y Naastepad, 2015). 

Los datos nos muestran que sí hubo una entrada masiva de capitales, pero que no hubo un despegue de la productividad sino burbujas, que, alimentando procesos inflacionarios, profundizaron los desequilibrios externos y debilitaron las economías de la periferia. Las soluciones –elaboradas dentro de la misma visión– tampoco sirvieron, ya que la austeridad, que corrigió el déficit externo destruyendo la demanda interna, tuvo efectos a largo plazo sobre la capacidad de pago de la deuda y condujo a un empeoramiento de los balances bancarios, amenazando con una nueva crisis. La segunda visión es igualmente maniquea, pero es unidimensionalmente política (Negri y Sánchez, 2015). Esta visión interpreta el proceso de integración como la simple postulación de un ideal federalista europeo (el mencionado Manifiesto de Ventotene), más allá de la complejidad epistémica de la realidad de los países miembros.

 Esta visión se reforzó en los años noventa, con la aceleración del proceso de integración, incurriendo en múltiples deslices semánticos, como la confusión entre Europa y euro, entre otros. Esta ambivalencia representa un potente antídoto contra las críticas, que, por ejemplo, intenten distinguir los fines de una real convergencia económica de las economías europeas de los medios de la actual infraestructura institucional. La deseabilidad de los primeros no legitima como eficaz o eficiente la segunda.



Así ha cambiado la riqueza en Europa durante la crisis económica - Mapas de  El Orden Mundial - EOM



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